El Día del Árbol, 21 de septiembre, contamos la mítica historia y la relación reverente que los indígenas Warao venezolanos tienen con el Buriti, “Ojidu – Árbol de la Vida”.
Indispensables para la vida humana y el equilibrio del planeta, los árboles son fundamentales para la regulación de la temperatura, de la humedad del aire y de las lluvias; mantienen la calidad del agua en los manantiales, controlan la erosión, garantizan el mantenimiento de la biodiversidad, producen frutos y semillas, además de suministrar madera, resinas y medicinas entre otros productos.
Lamentablemente, sin tomar consciencia de esta importancia, los seres humanos siguen deforestando indiscriminadamente. Por citar solo un bioma brasileño, el Amazonas, de agosto de 2017 a julio de 2018 se destruyeron cerca de 8.000 km² de vegetación, es decir, se talaron alrededor de 1180 millones de árboles, según el Instituto Nacional de Investigaciones. Espaciales (Inpe).
Consciencia y Reverencia
En contraste con esta relación utilitaria e irrespetuosa con la naturaleza, los indígenas venezolanos de la etnia Warao que viven en los refugios Pintolândia y Janokoida en Roraima, bajo la regencia de la Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional (FFHI), dan el ejemplo de una relación respetuosa y cuidadosa con los árboles y la naturaleza en su conjunto. Toda su vida y sustento está ligado al árbol de Buriti, con el que producen alimentos, artesanías, ropa y casas.
“Consideramos que el árbol buriti es el bosque de nuestra tierra, un árbol sagrado, desde nuestros antepasados; es parte de la vida de los indígenas Warao porque de él salen muchos alimentos y fibra de Buriti con las que hacemos artesanías ”, dice Ensismar.
Esta profunda relación se explica en su mitología, que narra la indígena Gricélia: “Hace mucho tiempo los Warao conocieron a un hombre que se llamaba Ojidu. Les dio a los Warao todo lo que necesitaban: hamacas, frutos, harina; todo lo que necesitaban él lo conseguía. Un día lo mató un hombre muy envidioso, y cuando murió se convirtió en el árbol Buriti – Ojidu, nuestro árbol de la vida, todo lo que necesitamos nos da”.
Respeto por los ciclos de la naturaleza
“Este árbol no puede ser maltratado, ni se puede cortar sin pedir permiso al Buriti, es algo sagrado”, explica Ensismar, que también refuerza: “es bueno cosechar cuando estamos en luna nueva y en luna llena; durante este período se cosechan frutos, palma y juruma (harina blanca similar a la tapioca)”.
En su convivencia con los Warao, la misionera de la Fraternidad – Humanitaria (FFHI) y monja de la Orden Gracia Misericordia, hermana María de Lourdes, pudo observar cómo este pueblo tiene una profunda reverencia por el árbol de Buriti. Al acompañarlos en algunas cosechas del brote de fibra de Buriti en la ciudad de Boa Vista, se dio cuenta de que había algo especial, una conexión con el momento, con el lugar, desde la llegada al sitio de cosecha hasta la aproximación a los árboles.
“Algunos, más ancianos, se quedaban callados cuando se acercaron al árbol que sentían que estaba listo para cosechar el capullo de la palma, de donde extraen la fibra. Después de quitar la yema, bajan y dicen una típica oración de agradecimiento, deslizándola con las manos, para que el árbol siga dando la fibra que necesitan. Con reverencia y sencillez, solo toman lo que necesitan durante unas semanas, sin intención de acumular. Vuelven en otro momento para sacar nuevamente de los árboles que ya están disponibles para cosechar, respetando el ciclo del que acaba de ofrecer su brote”, cuenta la monja.
“Siento, en esta experiencia con el pueblo Warao, que viven, todos los días, con la simplicidad de buscar lo necesario para cada momento de la vida. He aprendido a no complicar tanto las cosas, a tener una mirada más sencilla y más reverente ante todo lo que se nos ofrece en esta vida”, concluye.
Vea el documental Nona Anonamo que relata la producción artesanal de las indígenas Warao.
* Nota: Fotos tomadas en el período anterior a la pandemia.